EL NIÑO QUE SE VOLVIO ANGEL

De color sepia son los recuerdos de aquella casa antigua que cobijó mis primeros años de mujer; escondida en un bello rincón de una bella ciudad andaluza; donde los caballos son adorados como dioses y el vino es un manjar casi obligatorio de degustar desde la más tierna infancia. Y allí en aquel rincón de la plaza de Los Ángeles, un día descubrí que los ángeles también habitan en la tierra, justo en mi misma casa, justo a mi lado en la mesa durante la comida familiar, justo en la misma cama donde dormíamos todos los primos hermanos y familiares cuando estaba reunida la familia en pleno.

Y precisamente fue aquel patio alegre, con una palmera plantada en un macetón en su centro, donde te descubrí como hombre la primera vez. Había crecido contigo desde mis primeros años de vida, sólo que tú era dos años mayor que yo. Los juegos y las risas habían sido nuestras compañeras inseparables en cada día de verano que pasaba en casa de la abuela, y sin embargo aquel mes de agosto antes de que nadie se diera cuenta de que ya no éramos unos niños, el destino nos puso frente a frente como hombre y mujer.

Una noche de luna llena, cuando el gato inquieto maullaba en el tejado, el búho encendía sus ojos ante la noche de verano y los naranjos sombreaban el dormitorio con sus mecidos bajo el viento que daba en el balcón; tú y yo nos dimos la vuelta en la misma cama donde solíamos dormir juntos desde siempre; a falta de espacio para cada uno y como un suspiro de viento tus ojos y los míos se abrieron al mismo tiempo y nos quedamos mirándonos fijamente.

De pronto nos dimos cuenta de que algo aprisionaba nuestra garganta, algo nos hacía estremecer sobre el mismo colchón; un calor infinito inundaba nuestras mejillas y los labios se volvieron rojos de pasión. Dos manos se buscaron en el aire hasta estar atadas una a la otra y en una mirada de reojo al resto de los familiares que dormían en las demás camas, nos dimos cuenta de que estábamos pegado el uno al otro. A tan tierna edad me estudié tu cuerpo de hombre con el tacto, me alucinó lo que me hizo sentir y en lágrimas de amor se resbaló por mi rostro un suspiro, un deseo: bésame…

Y aquella escena mil veces repetidas en juegos y en perseguidas por el campo, en lucha cuerpo a cuerpo entre el polvo del camino de carros y la calle Ancha; se volvió deseo de fuego y los labios se unieron de tal manera que un pequeño reguero de sangre y saliva manchó nuestras mejillas….. Amor y dolor a la vez…

Y te removiste en la cama, casi en silencio, bajaste tus pantalones cortos que te servían también para dormir y alucinada por la imagen conocida de verte desnudo en nuestros juegos; de pronto descubrí al hombre, hermoso varón que se había desarrollado de tal manera que me hizo temer…

Tus manos se deslizaron por mis brazos, mis labios buscaron los tuyos, un beso largo selló la unión y el primer deseo de los dos, y en un arrebato de rebeldía y preocupándome poco lo que vieran los demás, me quite el camisón blanco que llevaba de la abuela y las bragas con encajes que ella tejiera y me ofrecí ante ti como nunca lo había hecho; te di mi ser y mi vida, mi amor de niña y mi deseo de mujer.

 

Y entre sábanas que olían a Heno de Pravia y los encajes de la tita Carmela puestos de adornos en ellas para que fuesen el tálamo de nuestro lecho copular, nos ofrecimos el uno al otro y dejamos hacer a la naturaleza casi sin pensar; después sentí que el volcán estaba a punto de estallar y la lava me quemó el vientre, las piernas y las manos que fueron a buscar el tesoro que tanto placer me estaba dando en esos minutos primeros de mi edad de mujer. Te caíste sobre mí inundado de sudor, con una sonrisa que me hizo besar de nuevo tus labios y casi sin pronunciar las sílabas me dijiste «te amo»…. y te respondí, «yo también». Y sin pensar que podía haber consecuencias, nos enlazamos día a día en esta lucha amorosa, campo, era, establo y casa de la ciudad. Aún tiemblo al pensar si hubiese dado un mal paso pero parece que los ángeles velaron por nosotros y quisieron acunar ese amor que tan poco tiempo tenía para florecer.  Doce años figuraba en mi certificado de nacimiento, dos más tú mi querido y primer amor, el más puro, el más intenso y quizás el único verdadero que en mi vida tuvo que ser. Y sin saber que el destino nos forzaba a vivir cada instante hasta la médula, a sentir los amores locos que nos sucedían a los dos y nos unía por vida cada vez que estábamos juntos….. Y pensar ahora que tan sólo cuatro años nos quedaban para decirnos adiós, o hasta pronto, como me rogaste en el lecho de tu muerte cuando la enfermedad se llevaba al querubín de mis sueños, al dueño de mi corazón y al ángel que desde aquel mes de septiembre siempre está junto a mí…

 

Y sintiéndome protegida por tus invisibles brazos hoy me asomo al balcón, el mismo que me vio nacer a la vida y frente a mí la iglesia, donde retumba el viento de levante, y tu voz dulce entre los naranjos vuelve a decirme «te amo»……. y en el silencio de la noche te contesto «pronto… ya, estaré junto a ti». 

**Para el niño que me hizo mujer; para el hombre que se volvió ángel… 

DAMADENEGRO2007